MIENTRAS, JORDAN
FORJABA LA LEYENDA
De Michael
Jordan lo primero que
siempre se nos vendrá a la mente serán sus 6 anillos, su tiro ante Russell o su
estampa celebrando con los seis dedos en alto su 6º anillo, pero en los 80' ya era uno de los más grandes de la
liga. Le bastó un lustro para confirmarlo tras ser elegido en 3ª posición del draft de 1984,
tras Akeem
Olajuwon y Sam Bowie,
en uno de las elecciones que más se recordarán.
Se convirtió en
rookie del año con una superioridad abrumadora. Tan privilegiada resultaba la
desorbitada calidad de Michael Jordan, que hasta tenía la capacidad de impactar
más que nadie aún siendo derrotado. Esa no es la única muestra de la grandeza
que atesoró la actuación que corresponde al 2º partido de la 1ª ronda de 1986 que enfrentaba a Chicago, que llegaba
con el octavo mejor registro del Este, un paupérrimo 30-52, frente a Boston
Celtics, que seguía paseándose en la temporada regular (67-15).
La campaña había
resultado muy dura para unos Bulls que perdieron gran parte de la temporada a
Jordan por una inoportuna fractura de pie, pero que por sorpresa rotunda (los
médicos le recomendaron que descansase de cara a la temporada próxima dadas las
escasas opciones en playoffs, si es que se metían) y para agracio del buen
degustador de baloncesto, reapareció a falta de 15 partidos para al menos,
intentar batallar en postemporada. Primer logro, Chicago, tras una titubeante
temporada sin él, consiguió el pasaporte a la gloria de playoffs en detrimento
deCleveland Cavaliers propiciado por un inconmensurable MJ.
Aquella hazaña
comprendió canastas de todos los colores, inverosímiles como ellas mismas, como
MJ era en su esencia. Nadie en Boston fue capaz de pararle, se veían impotentes
ante las constantes humillaciones a las que Jordan les sometía. Cuando la
tormenta cesó, el 23 había registrado la mejor marca anotadora que nos ha
deparado los playoffs en su larga y respetable historia: 63 puntos. Larry Bird,
sin salir de su perplejidad y en una de las más antológicas frases que nos ha
dejado la historia afirmó: “Creo que no hay nadie capaz en el mundo de hacer lo
que ha hecho Jordan hoy. Esta noche Dios se ha disfrazado de jugador de
baloncesto”.33 Jordan promediaría finalmente 44
puntos durante una serie donde fueron barridos por Boston y en la que en
palabras del mismo Jordan se había quedado sorprendido consigo mismo. Esto
sería el inicio de una larga y bonita historia, en la que actos como este, le
encumbraron en la más alta cúspide del baloncesto mundial.
En 1987, pese a anotar 37.1
puntos, 5.4 rebotes y 4.6 asistencias se quedó a las puertas de un MVP que se
llevó Magic Johnson por primera vez tras firmar 23.9 puntos, 6.3 rebotes y 12.2
asistencias. Sin embargo, en 1988 no se le resistiría. Fue el primero de
los cinco que lograría en la siguiente década.
El siguiente detalle
de grandeza llegó en ante Cleveland, con el pase a semifinales de conferencia
de 1989 en juego, en el quinto y decisivo encuentro. De hecho, este pasaría a
ser el verdadero “Tiro”. El de Russell fue otro capítulo de la saga. Jordan por
aquel entonces había logrado convertirse en el máximo anotador durante 3
campañas consecutivas, dos títulos en el concurso de mates dormían en su haber,
pero aún no había conseguido llevar muy lejos a sus Bulls exhibiciones aparte
como las del Garden.
Faltaban escasos 3
segundos cuando Jordan se encargó de tomarse la justicia por su mano y erigirse
en personaje heroico de aquella fatídica noche en la que parecía que Chicago se
volvería a estancar en la nada. Jamás a Craig Ehlo le tocó lidiar con una tan
fea en semejante y en tan fatídico instante, pese a que se trataba de un buen
defensor. Con la bola dentro y el 101-100 campeando definitivamente en el
electrónico, su nombre pasaría a engrosar el listado de víctima de ‘Air’ y ha
cobrar más popularidad por aquella acción que por sus verdaderos meritos, que
no fueron ni mucho menos, desmesurados. A la conclusión del mismo, Craig Ehlo afirmó que Jordan comentó a un jugador
de Cleveland que si le iba a marcar hombre a hombre, que se preparase para lo
que le esperaba. No le faltaba razón, Ehlo probó la medicina, y su estampa de
desesperación arrojándose al suelo del Richfield Coliseum pasó a inmortalizarse, al igual que el
salto de jubilo expresado por Jordan que impregnaría en los highlights con el
paso de los años.
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